La Muerte
 

Recibo frecuentemente muchas consultas de personas que experimentan ciertos “fenómenos paranormales” en los que están involucradas supuestas “presencias espirituales”, también llamadas “fantasmas”…; es obvio que dichos fenómenos están relacionados generalmente con un “don de Mediumnidad” que esas personas poseen y que les permite “contactar” con ese otro mundo al que habitualmente se le llama “el más allá”…, motivo por el cual debemos dejar expresamente aclarado que en la gran mayoría de los casos esas personas están corriendo graves riesgos, justamente por todas las implicancias negativas que dicha actividad puede generar..

¿Que sucede después de la muerte…?

¿Hay otra vida en el “mas allá…”?

¿Es posible un contacto con alguna entidad que se encuentra en esa otra dimensión…?.

Estas y otras muchas preguntas han sido formuladas siempre por el ser humano desde el principio de los tiempos, desde que el hombre reconoció su finitud y lloró lamentando la pérdida de los seres queridos que habían partido de este mundo.

Se conocen muchos rituales fúnebres desde la más remota antigüedad en los que se dedicaba especial atención al tránsito del ser humano a la hora en que llegaba su muerte. Pero esta muerte, según la entendieron, no era mas que un momento de transición entre el estado material y el otro estado siguiente que es estrictamente espiritual y mucho más inmaterial e invisible para el ojo humano. Igualmente se tenía en cuenta que el ser humano podía cambiar de estado, pero que jamás moriría su conciencia.

En la actualidad, el excesivo materialismo y la confusión que genera la diversidad de creencias religiosas al respecto, hacen que el ser humano no se pueda apoyar en una firme creencia en particular y sostener su enfoque mental respecto de las posibilidades que trascienden el mundo material, motivo por el cual se ha llenado de dudas y miles de preguntas surgen en los momentos de desasosiego por la pérdida de un ser querido. Quizás, el simple hecho de haber puesto tantas esperanzas en los descubrimientos que supuestamente tendría que haber hecho la ciencia convencional positivista al respecto no ha hecho mas que despojar de tales esperanzas a la humanidad que no se resigna a ser solamente un organismo funcional que tiene vida mientras le dura la capacidad de organización corporal, para luego desaparecer del contexto universal.

Sin embargo sabemos a ciencia cierta que absolutamente todo en la naturaleza está animado por una “energía invisible” al ojo humano que habitualmente llamamos con  distintos nombre, aunque siempre nos estamos refiriendo a la misma esencia espiritual: “Espíritu Santo”, “Alma”, “Soplo Divino”, “Divina Presencia”, “Chi”, “Ki”, “Prahna”, etc.….; pero ese espíritu no se rige por los mismos tiempos que el organismo que insufla, por lo tanto puede desaparecer la materia pero la energía siempre continuará con su existencia mas allá del sostén físico que ocupó en la vida terrenal.

Por lo tanto, inevitablemente surge la siguiente pregunta: ¿adónde van los muertos después de partir de este mundo material…?.

El universo es muy grande, es infinito…, motivo por el cual resulta realmente imposible poder captar su inmensidad con nuestros propios sentidos físicos, mas aún resulta imposible poder captar a través de dichos sentidos la energía que lo anima.

Sin embargo, comprobado está que no existe sólo una dimensión en la que podemos movernos, también el universo esta compuesto por miles de dimensiones en las que se mueven diversidad de “entidades con plena conciencia”. Entonces podemos deducir, sin temor a equivocarnos, que existe algún sitio específico en el universo al que van los seres desencarnados (los muertos), aunque no siempre sea el mismo para todos. Hay que tener en cuenta que la propia conciencia es siempre el punto de anclaje para todo el conjunto energético que conforma el espíritu humano en el tiempo que dura su encarnación en la tierra…; por ende el aprendizaje (bueno, regular o malo) que haya hecho durante su propia vida, conforme a la “Ley del Karma”, también llamada de “causa y efecto”, es el que determinará el rumbo exacto que tomará dicho espíritu luego de su muerte física.

En el momento de la muerte se producen ciertos fenómenos difícilmente observables por las personas, salvo algunas excepciones de paragnostas (personas que tienen la capacidad de producir fenómenos paranormales) que sí pueden presentir o ver dichos procesos imperceptibles para los demás.

Estos procesos comienzan con un repliegue de las energías corporales que se suman a los movimientos del alma que es arrastrada por la conciencia. La conciencia a su vez es jalonada hacia un nivel distinto al terrestre, es como si la fuerza que la animaba tirara de un invisible “cordón” llevándola fuera del campo energético humano. El suave tirón de la conciencia hacia un nivel superior se produce en el interior de la columna vertebral que funciona como puente para que las energías lleguen a través de los cordones nerviosos en su última función para retraer el “ánima” y conducirla como por un túnel o un sendero de luz hacia una salida infinita. Esa salida se encuentra en la coronilla de la cabeza (chakras coronario) y las personas que han tenido experiencias de "muerte clínica" (me consta y doy fe de ello por experiencia propia) relatan haber visto una luz impresionante, cálida, que no encandila ni hiere la visión, sino que parece tener vida propia, y es allí donde se producen las visiones en concordancia con las creencias religiosas o espirituales de tales personas…; de esa manera resulta posible ver la “esencia espiritual de Dios”, de Jesús, de la Virgen, de un Ángel, de un ser querido que partió antes, etc., etc.…; todo depende de la conciencia que enfoca su atención sobre lo que en vida practicó y creyó, lo cual no nos debe sorprender ni tampoco debemos tomarlo como una situación engañosa..., es decir que esto no significa que dicha visión sea como un placebo para el alma.

El Espíritu de Dios se muestra siempre a través de sus “entidades servidoras” en el momento exacto que se produce el cambio de estado, es decir cuando se pasa a ese otro estado estrictamente espiritual que le llamamos muerte. Entonces la conciencia de la persona pasa por esos diferentes niveles y la sensación que se produce habitualmente es la de “elevación hacia la luz”...; aunque es obvio que eso no ocurre de igual manera en todos los casos, ya que hay muchos espíritus que en vida han cometido verdaderas atrocidades y en tal caso se encaminan inevitablemente hacia las "tinieblas". Esto significa que el mundo material en ese instante carece de una referencia inmediata, pues los sentidos físicos ya no lo conectan con dicho mundo material, puesto que está entrando gradualmente en el mundo espiritual. La primera sensación que generalmente se produce es de frío, pero no un frío como el que se percibe durante un día de invierno, sino como un frío adormecedor, apetecible, que a su vez contiene y sostiene a la nueva conciencia. Las energías que son arrastradas por la conciencia luego son disgregadas y se diluyen como fibras de luz hacia el universo infinito…; lo único que prevalece siempre es la conciencia con todo su aprendizaje y toda su carga de experiencias, la que se dirige finalmente hacia la dimensión de donde salió en un principio, o sea hacia la esencia espiritual de Dios.

Pero sucede muchas veces (habitualmente cuando la muerte de la persona ha sido accidental, traumática, violenta o inesperada) que la conciencia tiene en su carga o en su conformación la idea presente de permanecer aún en el mundo cotidiano conocido, o tal vez tenga todavía la imagen firme de determinadas personas a las que se encuentra ligada por los afectos, como así también el pensamiento puesto en tareas inconclusas que no ha terminado de realizar…; entonces no se dirige hacia el núcleo que la reclama, tampoco Dios fuerza a nadie a obrar en su propia contra, es por esto que en tales casos la conciencia no lleva su carga energética experimental hacia la “Luz” de Dios, sino que busca la forma de permanecer en este mundo material y poder concretar lo que aún tiene por hacer, o quizás puede sentir la necesidad de descargarse de algo que no puede llevarse, pues tiene la sensación o la seguridad de que no le es propio.

Es justamente ese el momento exacto en que puede gestarse el mal llamado “fantasma”, pues la conciencia no se ha elevado todavía y no ha salido totalmente de este mundo, permaneciendo tal como si estuviera “entre dos mundos”, es decir el mundo de los espíritus y el mundo terrenal. Puede entonces pretender buscar nuevamente la forma de continuar con su vida normal en la tierra, pero experimentará la decepción de no poder encontrarse, ya que no podrá percibir las cosas de la misma manera. Si esto sucede, sus energías emocionales tampoco se hubieron disgregado totalmente, ya que de alguna manera continua en su inventario mental el poseer tales emociones. Al tener un resto de emoción, puede ir incrementándola en su nuevo estado y es así que se convertirá en una entidad espiritual que ronda determinados lugares buscando "algo", tratando de culminar alguna obra inconclusa, o bien recordando siempre una situación o un deseo insatisfecho. Por ende, los designios del fantasma pueden ser múltiples o únicos, pero son tan personales como la persona que fue durante su estadía en la tierra.

Al respecto recomiendo ver la película “Ghost”, la cual pone en evidencia de excelente manera la permanencia de tales entidades en esta dimensión.

Según el concepto de la “Orden Rosacruz”, quienes obviamente merecen nuestra mayor consideración y respeto por sus excelentes investigaciones y descubrimientos en toda esta temática, para poder comprender la Mediumnidad es necesario conocer el funcionamiento de las distintas “dimensiones” o “cuerpos” a través de los cuales se manifiesta el hombre en este mundo terrenal.  

Además de la “dimensión física” o “cuerpo físico” compuesto de materia densa, instrumento que utiliza el ego para todos los propósitos materiales, el hombre posee también un cuerpo vital compuesto de sustancia etérea, es decir un “cuerpo emocional y sentimental”, y otro mental o “álmico” que canaliza y procesa los pensamientos y determina las acciones a seguir. El espíritu, también llamado “simiente divina”, “espíritu santo”, “Dios inmanente”, etc., individualizado en ese ego, vive dentro de estos vehículos que se interpenetran entre sí y los utiliza para poder adquirir experiencia y sabiduría en esta “escuela de la vida” y “evolucionar”, ya que ese es el objetivo mayor que se persigue a través de la existencia.

En el estado de vigilia el cuerpo denso y el cuerpo vital, este último interpenetrando y sobresaliendo del primero, quedan dentro de una especie de “nube” en forma de ovoide, a la cual se la denomina “aura”…; dicha nube ovoide está compuesta por el cuerpo emocional y el mental. Todos estos vehículos son concéntricos y es la interpelación del uno dentro del otro (quedando los centros de percepción de unos propiamente alineados con los centros de los otros) lo que facilita al ego manipular el complejo organismo y ejecutar en forma metódica todos los procesos de vida.  

Cuando el ser humano duerme, se produce una separación de estos vehículos más sutiles que flotan sobre el cuerpo físico dormido, conectados a él por un “cordón plateado”…., dando lugar al proceso de restauración que comienza poco después. En casos normales el cuerpo emocional que ha sido armonizado imparte energía rítmica al cuerpo vital y comienza a trabajar sobre el cuerpo denso eliminando los productos de descomposición, principalmente por medio del sistema nervioso simpático. El resultado es que el cuerpo denso queda restaurado y repleto de energía vital cuando por la mañana el cuerpo emocional, la mente y el espíritu entran nuevamente en él para despertarlo e iniciar las actividades diarias.

Al morir, la separación entre los cuerpos es exactamente la misma que durante el sueño, ya que los muertos también tienen ego, mente y cuerpo emocional. Algunas veces, por algún tiempo, permanecen conscientes del mundo material que han abandonado. Algunos se apegan a la vida terrestre y no se deciden a aprender sus nuevas lecciones…., estos son los llamados “espíritus apegados a la vida terrenal”.

No pueden, sin embargo, funcionar en los mundos visibles por no tener un cuerpo físico para manifestarse, motivo por el cual suelen hacer uso de aquellos seres vivos, cuyos cuerpos densos y vitales están flojamente conectados entre sí, ya que el grado de laxitud entre los vehículos denso y vital no es el mismo en todos los egos.

Hay personas cuyos cuerpos denso y vital están más estrechamente ligados y entrelazados entre sí..., estos son los materialistas, pero las personas cuyos cuerpos no están tan fuertemente entrelazados pueden en cierta forma percibir y responder a las vibraciones espirituales y suelen desarrollarlas por su propia voluntad, convirtiéndose en ocultistas o clarividentes entrenados.

Sin embargo, aquellos de voluntad débil desarrollan esa capacidad solamente con ayuda de otros y muchas veces en forma negativa. Estos seres suelen ser víctimas propicias para que los espíritus apegados a la Tierra, simulando ser guías espirituales, los conviertan en sus víctimas como “médiums de trance” o como “médiums de materialización” si la conexión entre los vehículos denso y vital de la víctima es especialmente floja.   

De todo lo expuesto surge con claridad que un "médium" en la gran mayoría de los casos es un “paragnosta” involuntario y muchas veces negativo que tiene los cuerpos denso y vital flojamente conectados entre sí, motivo por el cual suele quedar atrapado bajo el control de otro espíritu desencarnado que se incorpora en su cuerpo y lo manipula a su antojo. Eso sucede especialmente en el caso de un médium de trance, cuando todas sus experiencias espirituales tienen lugar mientras su cuerpo físico permanece inconsciente o en estado de trance. En tal caso, el ego revestido de los cuerpos mental y emocional abandona el cuerpo físico y otro espíritu lo ocupa y lo controla…; cuando ello sucede ese otro espíritu se apodera del cuerpo físico del médium (se incorpora y se posesiona) y lo usa para sus propios fines..., a veces ocasionándole un grave perjuicio. Por ejemplo, cuando tal espíritu incorporado ha sido en vida un adicto al alcohol, a las drogas o simplemente un libertino, usará indefectiblemente ese vehículo para satisfacer todos sus deseos insatisfechos y sus bajas pasiones. 

También puede ocurrir que, sin llegar a incorporarse o tomar posesión del cuerpo del médium, esos espíritus errantes o del bajo astral produzcan un fenómeno "telepático", a través del cual suelen introducir específicos "pensamientos" en la mente del sujeto, relacionados con hechos de violencia, acciones suicidas, etc., todos los cuales actúan a modo de "mandatos" u órdenes mentales..., haciendo creer a dicha persona que se trata de sus propios pensamientos y que debe ejecutarlos sin dudar.

Por ese motivo nunca nos cansaremos de explicar y repetir el grave riesgo que corren habitualmente todas aquellas personas que, con total desconocimiento e ignorancia, realizan determinadas prácticas de “invocaciones “y “juegos espirituales”, tales como el “juego de la copa”, el “tablero Ouija”, las sesiones y los rituales que habitualmente suelen ser practicados por algunos “espiritistas”, "umbandistas", etc., etc..

Un espíritu errante muchas veces suele ser considerado, equivocadamente, como un “ser elevado” o un “ángel” que es  incapaz de hacer daño y está deseoso de ayudar a la humanidad y diseminar la verdad. De hecho no existe ningún poder transformador en la muerte….; el pecador no se convierte en santo, ni el ignorante en sabio al morir, motivo por el cual representa una triste realidad para el médium comprobar luego cómo esos espíritus incorporados se imponen sobre sus incautas víctimas, generando todo tipo de manipulaciones…, sin poder distinguir ni comprender el verdadero carácter de estos “impostores espirituales”, y al mismo tiempo aceptando todas sus frases melosas, huecas y falsas, tal como si se tratara de una verdadera "sabiduría divina". 

Aunque estos espíritus han hecho algún bien al probar fuera de toda duda que existe la continuidad de la vida después de la muerte, han hecho también muchísimo daño a todos aquellos médium que los padecen...; ya que esos “espíritus errantes”, del “bajo astral” o de “baja categoría”, lo hacen simplemente para tener un vehículo a través del cual manifestarse y satisfacer sus ansias de bebidas, drogas, sexo, violencia, etc., y de esta forma suelen causar verdaderos estragos en el cuerpo, en el espíritu y en la mente del médium que practica tal actividad. 

Por otra parte, cuando esos espíritus se habitúan a incorporarse o tomar posesión de un médium en particular, luego lo vuelven a hacer con mucha frecuencia..., en virtud de lo cual esas personas quedan “atrapadas” en dicha actividad paranormal, corriendo graves peligros.
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